El Águila remonta el vuelo...

"Si la razón hace al hombre, el sentimiento le conduce"






miércoles, 1 de enero de 2014

Buscar la integridad Personal




Actuando de acuerdo con nuestros valores y creencias cultivamos el propio respeto. Fundamental para el bienestar.

A medida que vamos madurando y desarrollando nuestros propios valores y normas –o los absorbemos de otros-, la cuestión de la integridad personal cobra una importancia cada vez mayor en nuestra propia valoración. La integridad consiste, por una parte, en la integración de ideales, convicciones, normas y creencias y, por otra, en la conducta. Cuando nuestra conducta es congruente con nuestro valores, cuando concuerdan los ideales y la práctica, tenemos integridad.

Cuando nos comportamos de un modo que entra en conflicto con nuestro criterio sobre lo que es adecuado, quedamos abatidos. Nos respetamos menos.

Si esta conducta se vuelve habitual, confiamos menos en nosotros mismos o dejamos de confiar por completo. No es que perdamos el derecho a practicar la aceptación de nosotros mismos, pero la autoestima se resiente necesariamente. Y cuando una quiebra de la integridad hiere la autoestima, la única cura posible es la práctica de la integridad.
La integridad personal supone hacerse ciertas preguntas: ¿soy una persona honesta, fiable y digna de confianza? 

¿Mantengo mis promesas? ¿Hago las cosas que digo y admiro y evito las cosas que afirmo deplorar? ¿Soy una persona justa en mis relaciones con los demás? A veces podemos encontrarnos presos en un conflicto, y la solución no ser obvia. La integridad no garantiza que hagamos la mejor elección; solo exige que nuestro esfuerzo por tomar la mejor elección sea auténtico,  que asumamos la responsabilidad de nuestra elección y sus consecuencias y no pretendamos huir en una confusión mental.

Para comprender por qué los fallos de la integridad son perjudiciales para la autoestima, pensemos en lo que supone un fallo de la integridad. Si yo obro en contradicción con un valor moral que otra persona distinta a mi acepta, puedo estar o no equivocado, pero no se me puede culpar de haber traicionado mis  convicciones.

Sin embargo, si obro en contra de lo que considero correcto, si mis actos chocan con mis valores afirmados, entonces me traiciono a mí mismo. Una falta de integridad me socava y contamina mi sentido de identidad. Me causa un daño mayor que el que me puede causar cualquier censura exterior.

Si doy sermones a mis hijos sobre la honestidad pero miento a amigos y vecinos; si me siento indignado cuando la gente no cumple sus compromisos conmigo pero yo incumplo mis compromisos con los demás; si pido una retroalimentación sincera pero penalizo a quien está en desacuerdo conmigo, puedo rehuir mi hipocresía, puedo justificarme, pero el hecho es que cometo una agresión contra el respeto hacia mí mismo que no paliará ninguna racionalización.

Si estoy en una posición única para aumentar mi autoestima,  también estoy en una posición única para reducirla. Uno de los grandes autoengaños es decirse: “Solo yo lo sabré”. Solo yo sabré que soy un mentiroso; solo yo sabré que me comporto de forma poco ética con los que confían en mí; solo yo sabré que no tengo intención de cumplir mi promesa. Esto implica que mi juicio no es importante y que lo único que cuenta es el juicio de los demás. Pero cuando se trata de cuestiones relativas a la autoestima, debo temer más mi propio juicio que el juicio de nadie. En el tribunal de mi mente, mi juicio es el único que cuenta. Puedo evitar a los demás, pero no puedo evitarme a mí mismo.

La protección de la autoestima exige una comprensión clara de los límites de la responsabilidad personal. Cuando no podemos hacer nada, no puede existir responsabilidad, y si no hay responsabilidad, no es razonable reprocharse algo a uno mismo. Lamentarse, sí; culpabilizarse, no.

Pero cuando el sentimiento de culpa es consecuencia de un fracaso de la integridad, solo un acto de integridad,  puede enderezar esa quiebra. Para conseguirlo es necesario dar cinco pasos:

Debemos admitir que somos quienes hemos cometido esa acción particular. Debemos afrontar y aceptar la plena realidad de lo que hemos hecho, sin desvincularnos ni evitarlo. Lo asimilamos, lo aceptamos, asumimos nuestra responsabilidad.

Intentamos comprender por qué hicimos lo que hicimos.  Lo hacemos de forma compasiva pero sin justificaciones.

Reconocemos expresamente a la persona o las personas afectadas por el daño que hemos causado. Manifestamos que comprendemos las consecuencias de nuestra conducta y sus sentimientos.

Emprendemos todas las acciones posibles que puedan enmendar o minimizar el daño que hemos causado.

Nos comprometemos firmemente a comportarnos de manera diferente en el futuro.
La práctica de la integridad personal es el sexto pilar de la autoestima.


Antonio Gaudí

“La creación prosigue incesantemente a través del hombre. Pero, el hombre no crea, descubre el color que buscan las leyes de la naturaleza para bajar su ser de la nueva obra son colaboraciones del creador. Quién copia no colabora, porque, la originalidad consiste en retornar a los origines.”

“Cuando las formas son más perfectas, exigen menos adornos”

“La imitación de los estilos implica necesariamente una decoración superflua, los estilos simples, al contrario, tienen una buena estructura”.

“La elegancia es hermana de la pobreza, pero no se debe confundir la pobreza con la miseria.”

“La cualidad ideal del la obra de arte es la armonía, que en el arte plástica nace de la luz que decora y da relieve. La arquitectura es la disposición de la luz”

  1. Gaudí

Parque Guel

Parque Guel
El parque Güel, fue construido con la idea de realizar una urbanización de casas de familia destinada a la clase media de la época. El proyecto no tuvo éxito y hoy es el parque municipal. En la foto, la entrada principal. (Barcelona)


Uno de los pabellones de entrada al parque Güel destinado a la administración. En éste se conjugan los elementos básicos que Gaudí escogió para la construcción del parque.

Varias imágenes de las entradas elevadas que recorren el parque. Decoración vegetal e mineral, integración de la naturaleza en una ciudad jardín, el gran propósito de Antonio Gaudí.

Pabellón de entrada al parque Güel y cumbre de las dobles cruces gaudianas.