¿Por qué, Señor, nos dejas en la duda,
duda de muerte?
¿Por qué te escondes?
¿Por qué escondiste en nuestro pecho
el ansía de conocerte,
el ansía de que existas,
para velarte así a nuestras miradas?
¿Dónde estás; mi Señor;
acaso existes?
¿Eres Tú creación de mi congoja,
o lo soy tuya?
¿Por qué, Señor, nos dejas
vagar sin rumbo
buscando nuestro objeto?
¿Por qué hiciste la vida?
¿Qué significa todo,
qué sentido
tienen los seres?
¿Dónde te escondes?
Te buscamos, y te hurtas;
te llamamos y callas;
te queremos y Tú, Señor, no quieres decir;
¡Ved, mis hijos!
Una señal, Señor, una tan sólo.
una que acabe
con todos los ateos de la tierra;
una que dé sentido
a cada sombría vida que arrastramos.
¡Quiero verte, Señor, y morir luego,
morir del todo;
pero verte, Señor, verte la cara,
saber que eres!
¡Saber que vives!
¡Mírame con tus ojos,
ojos que abrasan;
mírame y que te vea!
¿Qué te vea, Señor, y morir luego!
