Una persona disciplinada es la que desea aprender desde su elección y voluntad, y persevera en esta tarea.
Las situaciones difíciles de nuestras vidas ponen a prueba nuestros recursos, y desafían todas nuestras inteligencias, pero, al final, acaban templando nuestro espíritu, entrenando nuestras habilidades y capacitándonos para transmitir lo que hemos aprendido.
No es lo mismo deber y esfuerzo que orden y disciplina. Prefiero la disciplina de aprender las mejores vías para ser mejor persona, que el esfuerzo de tratar de hacer de mi lo que no soy. Disciplinado es aquel que quiere aprender, desde su elección y voluntad y que se dedica a ello. La disciplina se convierte en una poderosa herramienta a nuestro servicio que puede darnos acceso ilimitado a una forma de actuar ordenada y perseverante, que nos ayudará a conseguir algún fin. La disciplina nos organiza, nos permite ser más concretos, prolijos y eficaces.
Los niños captan perfectamente las reglas que se han de cumplir si sus padres o educadores las cumplen también. Como en todo, se aprende más del ejemplo que de los discursos. La rebeldía adolescente es muchas veces el intento de forzar al mundo a “que haga lo que quiero”, del mismo modo que se quiso forzar al niño a hacer lo que los demás querían, en lugar de enseñarle y mostrarle las ventajas de sincronizarse con los acuerdos tácitos, el respeto a los derechos ajenos y los hábitos generados por la vida en común.
El secreto de la disciplina bien entendida está en el descubrimiento de las ventajas de una conducta más ordenada, y no en la resignación de someterse por temor a los caprichos de quien detenta el poder.
Ordenar significa ubicar cada cosa en su lugar, y ser capaz de decidir que el lugar adecuado de algo puede estar fuera de nuestra casa, fuera de nuestra vida o fuera de nuestras prioridades, aunque sea para poder cuidar mejor lo que nos interesa. Debemos priorizar, valorar lo imprescindible y lo importante, para después planificar nuestras acciones y actuar disciplinadamente en lo cotidiano.
En momentos de confusión hay que detenerse y ordenar las ideas, repensar las metas y repasar nuestras aspiraciones. El orden permite encontrar el tesoro del equilibrio, indispensable para tomar las mejores decisiones. Y una vez que nos hemos decidido, hace falta ser congruentes y disciplinados para actuar en consecuencia en nuestra vida de todos los días.