Decreto 5/2010.

Este decreto sigue dando mucho que hablar y por consiguiente ha conseguido que un sector como el del funcionariado andaluz se movilice, siendo éste el más estable.

Los funcionarios andaluces se han atrevido a liderar un movimiento de resistencia y oposición que hasta ahora no habían ejercido con semejante decisión y contundencia ni sindicatos; partidos ni cualquier otro sector de la sociedad civil andaluza.

Ellos solos han conseguido enfrentarse y sin miedos, no únicamente a un partido o a un gobierno, sino a un estado de cosas y de ensimismamiento general del que históricamente han venido formando parte los estamentos que debieran haber actuado como guardianes de la neutralidad y la convivencia. Por este motivo precisamente gozan hoy de las simpatías generales de los demás. De alguna manera han logrado extender la intima convicción de que nos representan a todos y de que con su lucha se oponen abiertamente al beneficio ventajista de unos cuantos en detrimento general.

Los funcionarios andaluces no solo se defienden de un decreto sino también se defienden de una actitud: la de la arbitrariedad, la imposición y el compadreo que hasta ahora han venido siendo instrumento habitual en el ejercicio del poder. No se han dejado comprar y ese viejo equilibrio entre la oferta y la demanda del mercado no les compensa en tiempo de crisis el precio que estarían dispuestos a pagar. Son conscientes de que la revolución ruidosa que han iniciado goza de la cualidad de que en cualquier momento provoque un contagio masivo que se extienda como la pólvora por los lugares más insospechados.

Cada caso de corrupción que se conoce y publica solivianta aún más los ánimos porque vienen a confirmar la generalizada situación de atropello en que vivimos. Y cada vez que el poder les acusa de dejarse manipular por oscuros intereses, se alimente más su capacidad de rebeldía.
Una sociedad adormecida y conformista ha despertado entre las sombras descubriendo que es posible decir no. Muchos les miran desconcertados, deseosos de poder acompañarles en ese sencillo grito de libertad: Andalucía no se vende.