Un día, nuestro libro escuchó decir a una de las empleadas de la biblioteca que se iba de vacaciones a Viena y que se llevaría un libro para el trayecto en tren. Nuestro protagonista, enseguida asomó el culillo para sobresalir un poco del resto, a ver si había suerte y era el elegido. Como las personas, a veces, nos guiamos por estas “facilidades” que nos brinda la casualidad, pues Estrella, la empleada de la biblioteca, lo tuvo fácil. “Éste. Me llevaré este que parece con ganas de acompañarme, jajajjaja” –bromeó.
El libro viajó en la mochila de Estrella hasta Viena y allí, nada más llegar, Estrella sufrió un imprevisto percance: le robaron la mochila.
Al parecer, el ladrón debió apropiarse de todo aquello que encontró de valor y luego se deshizo del saco-mochila y del libro. Alguien, que pasaba por allí, al ver un libro tirado en el suelo lo recogió, miró en su interior y descubrió que estaba escrito en español. Casualmente, un poco más allá, había un autobús de turistas españoles. El hombre se acercó y les entregó el libro explicándoles (como pudo) que lo había encontrado y que, seguramente, pertenecía a alguien de España.
Rafael, uno de los pasajeros que hablaba alemán, le dio las gracias y se quedó con el libro para entregarlo en alguna Biblioteca española( Rafael era cordobés; de mi tierra).
Cuando llegó a Córdoba, nuestro “mensajero” entregó el libro en una de las Bibliotecas de la ciudad y el empleado comprobó que el libro pertenecía a otra biblioteca andaluza; en concreto, a la Biblioteca Municipal "Antonio de Hilaria", en Rincón de la Victoria (Málaga) a donde fue trasladado el libro. Toñi, la directora de la Biblioteca malagueña, una mujer encantadora y comprometida con su trabajo, al recibir el libro y escuchar las peripecias viajeras de aquel ejemplar, no dudó en habilitarle un lugar privilegiado en la sala de lectura como homenaje a tan curiosa y arriesgada azaña. Desde entonces, aquel libro al que nadie prestaba atención, se ha convertido en una reliquia a la vista de todo el mundo. Y no hay día en el que la vitrina donde se expone, no se vea rodeada de gente interesada en conocer la historia viajera de aquel libro al que, de vez en cuando, le sube el colorcillo al sentirse protagonista de toda una Biblioteca Municipal, de la que había sido el “ceniciento” hasta hacía bien poco.
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