El Águila remonta el vuelo...

"Si la razón hace al hombre, el sentimiento le conduce"






miércoles, 12 de mayo de 2010

La vida es una tensión constante


Sí, la vida es una tensión constante entre opuestos. Bien y mal, salud y enfermedad… paz y lucha. Pero podemos trascender, podemos encontrar la tranquilidad situándose por encima del obstáculo, además, saber sacar provecho del mismo. Y es que, dado que para estar en armonía con nosotros mismos es imposible eliminar todos nuestros problemas y vivir para siempre en nuestro extremo favorito, la única opción positiva, realista y práctica es alzarnos sobre nuestra circunstancia y extraer algún beneficio de ellas.

Aunque nos cueste creerlo, la paz es nuestro estado natural y por muchas tensiones que debamos o elijamos soportar, tenemos un termostato interior que intenta devolvernos a ese estado de serenidad perdida. Somos, en ese sentido, como gomas elásticas, que, en cuanto se sueltan, recuperan su estado inicial de relajación. El problema surge cuando la goma se tensa tanto que “olvida” su estado natural y se “da de sí” sin remedio...

Para recuperar la paz perdida debemos ajustar nuestro termostato interno, como si de la calefacción de nuestra casa se tratara. Nuestro termostato es la mente y debemos conocerla a fondo para saber cuándo es mejor que funcione de manera activa, a pleno rendimiento, y en qué momentos resulta más beneficiosa para nosotros su presencia pasiva.

Nuestra mente “Activa” es la que conocemos mejor y con la que nos identificamos más porque está al servicio de nuestros objetivos materiales. Pero también podemos ponerla a merced de nuestras metas más espirituales para que nos ayude alcanzar la serenidad que tanto necesitamos. Este tipo de Actividad mental nos ofrece la oportunidad de convertir nuestros deseos en objetivos concretos y nos permite valorar todas las opciones posibles para lograrlos. De esta manera, ponemos en marcha todos nuestros recursos internos y, cuando nos topamos con los inevitables obstáculos y con nuestros miedos de siempre, somos capaces de reconocerlos y afrontarlos sin demora.

Solo podemos alcanzar la calma si nos decantamos, de manera activa y consciente, por la paz en cada uno de nuestros actos, tanto en el quehacer de nuestra vida cotidiana como en aquellas situaciones que nos puedan resultar adversas.

Seamos realistas si fuese muy sencillo encontrar la paz interior, los monjes no necesitarían retirarse a apartados monasterios en las montañas. Pero tan cierto como esto es que existen otras filosofías, como la zen, que defienden que para alcanzar la iluminación no deberíamos retirarnos del mundo sino participar activamente en la vida cotidiana, porque solo viviendo por entero en el presente, experimentamos la admiración y el misterio de la vida.

Lo cierto es que para recobrar la calma resulta de gran ayuda ampliar nuestro espacio vital. Y para ello debemos rodearnos, de todo aquello que es “bello”, “verdadero” y “bueno”, en su sentido más profundo. Esto no quiere decir que nos obcequemos en perseguir lugares hermosos y personas honestas, sino que se trata de abrirnos a la belleza que nos rodea y de captar lo bueno y lo auténtico que reside en todas las personas. Desde luego que si no nos sentimos a gusto donde estamos, es fantástico ampliar nuestro espacio buscando lugares mejores, pero esta búsqueda no debe llevarnos a despreciar lo que ya tenemos delante de nuestros ojos.

Aunque solemos propagar a los cuatro vientos lo felices que seríamos sin obligaciones, lo cierto es que estamos tan apegados a ellas que, si nos las arrebataran, sentiríamos que nos quitan algo más que un peso de encima. Por un lado, las obligaciones, aunque suene paradójico, nos confieren importancia y hacen que nos sintamos imprescindibles. Y los deseos desmedidos por el otro, nos someten a un yugo del que es difícil escapar.

Saber renunciar a ciertas obligaciones y a ciertos deseos, así como averiguar nuestras verdaderas necesidades, nos aportará una ración extra de tiempo. Un tiempo en el que aflorará la paz que, de manera natural, llevamos dentro y en el que disfrutaremos de un yo mucho menos exigente, pero, ¿quién sabe? mucho más dichoso.

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Antonio Gaudí

“La creación prosigue incesantemente a través del hombre. Pero, el hombre no crea, descubre el color que buscan las leyes de la naturaleza para bajar su ser de la nueva obra son colaboraciones del creador. Quién copia no colabora, porque, la originalidad consiste en retornar a los origines.”

“Cuando las formas son más perfectas, exigen menos adornos”

“La imitación de los estilos implica necesariamente una decoración superflua, los estilos simples, al contrario, tienen una buena estructura”.

“La elegancia es hermana de la pobreza, pero no se debe confundir la pobreza con la miseria.”

“La cualidad ideal del la obra de arte es la armonía, que en el arte plástica nace de la luz que decora y da relieve. La arquitectura es la disposición de la luz”

  1. Gaudí

Parque Guel

Parque Guel
El parque Güel, fue construido con la idea de realizar una urbanización de casas de familia destinada a la clase media de la época. El proyecto no tuvo éxito y hoy es el parque municipal. En la foto, la entrada principal. (Barcelona)


Uno de los pabellones de entrada al parque Güel destinado a la administración. En éste se conjugan los elementos básicos que Gaudí escogió para la construcción del parque.

Varias imágenes de las entradas elevadas que recorren el parque. Decoración vegetal e mineral, integración de la naturaleza en una ciudad jardín, el gran propósito de Antonio Gaudí.

Pabellón de entrada al parque Güel y cumbre de las dobles cruces gaudianas.